
me pusieran el portacatéter, un dispositivo intravenoso en forma de tubo y que facilita la entrada de agujas para el recibimiento de quimioterapias. En el viernes pasado, me avisaron de la cirugía ayer por la mañana. Todo transcurrió muy bien y ni sentí tanto dolor como esperaba en el pos operatorio. En la foto a un lado, que no es mía, ustedes pueden tener una idea de que es lo que me pusieron abajo de mi omoplata izquierda.
No tardaron en llamarme para vestir la bata, pero demoraron mucho en llevarme para el salón de operaciones, cerca de tres horas y media. Mientras esperaba, hablaba con la gente al mi alrededor. A una señora de sesenta y pocos años y pareciendo tener mucho más la iban operar las encías. Ya era la tercera operación. Le pregunté se si alimentaba bien y me dijo que sí, pero que fumó una vida entera. No pude evitar decirle que los únicos cigarros que fumé fueron los que aspiré de mi papá que hasta hoy fuma más de tres cajetillas por día.
Atrás de mí, estaba una señora negra, fuerte, de sus sesenta y pocos años esperando su turno para que le hicieran una mastectomía con disecación de los gánglios. Le hablé de mi cirugía y de las sesiones de quimio. Le comenté que uno debe dejarse consentir de vez en cuando porque su preocupación era que otra persona le iba cocinar mientras se recuperaba de la cirugía. Le hablé muchas cosas de las cuales no me recuerdo y al final cuando a llevaran al salón, me agradeció por calmarla de sus miedos. Dijo que iba a la sala de cirugía con el alma lavada.
Luego trajeron a otra señora, Cecília Días, que tenía una hinchazón enorme en el brazo derecho y una sonrisa en el rostro. Está hace más de trés años recibiendo quimios y todavía no le encontran un modo de sanarla. Así como yo, siempre vá sola a las sesiones y cirugías. No pudimos platicar mucho porque luego la llevaron a la cirugía del catéter.
Me quedé solita ahí sentada en una silla de ruedas. Intenté dormir y no podía porque siempre pasaba gente cargando aparatos, hablando y hasta cantando. No demoró mucho para que yo empezara a jugar con la silla de ruedas. Anduve de un lado a otro con aquella cosa y no me costó mucho trabajo, hasta estacionarme aprendi. Los enfermeros me veían y se reían. Resolví quedarme quieta por otro rato. Aquel frío de aire acondicionado de grados negativos me dio ganas de ir al baño. Pregunté se podía ir caminando hasta el baño y dijeron que tenían que llevarme. Por supuesto que no querrían a una mujer semi desnuda caminando en el corredor del salón de operaciones. Otra vez me estacionaran en la misma sala en que estuve esperando. Luego de regresar, todo pasó muy rápido: me llevaron hasta la salita donde me iban a meter el catéter. Me senté en una camilla donde mi cabeza quedaba sin comodidad alguna hacia abajo y me espalda, más se apoyaba en una bolsa fría. Me cubrieran y en pocos segundos ya me estaban picando con la anestesia local y cortando con la maquina láser. Mientras reclamaba del dolor intenté distraerme con Kiss, Scorpions, Survivor y Europe en la radio. Luego me levantaron, limpiaron todo el yodo que me embarraron y ya me senté en la silla de ruedas nuevamente.
Tenía que quedarme en observación por los efectos secundarios de la anestesia y mientras me quedé en una sala de pos cirugía donde la enfermera-jefe enseñaba a un nuevo enfermero como preparar las camillas después de que cada paciente saliera de allá. Vi la enfermera pedir a una paciente recién operada trasladarse solita de una cama a otra. La escuché decir que las pacientes tenían que salir de ahí bellas como siempre y por eso les ponía la ata y peinaba el cabello.
Esta vez me estacionaron entre la sala de un medico que tenia la trompa más grande que la de un elefante, una saleta que parecía la cocina de los enfermeros y el salón pos operatorio. Luego vinieron a sacarme una chapa de los pulmones para ver si la operación fue exitosa. Me trajeron el rayo X y dijeron que todo estaba muy bien. Me dieron una papeleta para enseñar a quien corresponda que tengo un aparato de metal dentro de mí.
Enseguida me llevaron de vuelta a la saleta donde me cambié en frente a un bando de mujeres asombradas con lo que les iba pasar en la cirugía. Parecía un campo de concentración donde las mujeres sin pelo y en batas esperaban su turno para la cámara de gas. Sé que es fuerte esa imagen pero fue lo que pensé en aquel momento. Pero no me dejé llevar por lo que veía y traté de darles ánimo para lo que vendría. Les dice que la cirugía del catéter es muy sencilla, que no demora mucho. Que la del seno es más tardada, pero uno se recompone muy rápido si quiere. Cuando estaba lista para salir de sala, dijeron otra vez que yo estaba muy contenta para quien acabara de ser cortada. Y como si tuviera las palabras en la punta de le lengua les contesté que de qué me valía estar triste y pesarosa si lo que vale la pena es que yo ya había superado eso? Me despedí deseándoles suerte y les pedí que siempre creyeran en sí mismas.
Ayer por la tarde sentí mucho sueño, pero no me acomodaba para dormir. Dolía mucho el lado izquierdo donde me pusieron el catéter. Tuve una sensación muy rara de que no podía respirar derecho y la única manera de acomodarme era sentada. En la noche estaba perdiendo las esperanzas de dormir bien, pero tomé un vaso de paracetamol con agua y dormí como una angelita. Hoy el dolor para acomodarme ya se fue, pero todavía duele para mover el brazo. Eso es cuestión de tiempo.
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