Después de más de dos años aplazando una mamografía, decidí que de hoy (25 de septiembre) no pasaba.
En el camino para la clínica hubo mucho tránsito, llegué hasta a pensar que no era para que yo fuera…
Llegué a la clínica Docati. Un lugar nada acogedor. La atención bien panameña. Falta de sensibilidad, llegué a pensar…
Me senté y tranquilamente comencé a leer. Li una, dos, tres páginas, pero no conseguía concentrarme. El abrir y cerrar de puertas de la sala que yo suponía ser la “maledeta”, no paraba. Continué a leer, pero siempre necesitaba releer los parágrafos porque no podía poner atención.
En un dado momento, una señora de sus más de cincuenta años sale de la sala de exámenes y le dijeron que esperara. Luego, la llamaron de nuevo y con aire aprehensivo volvió a entrar en la sala. No demoró mucho en salir y se despidió con la misma cara que entró. Empecé a asustarme!
Mi corazón no paraba de brincar en el pecho. Cerré el libro y me quedé pensando en las posibilidades de tener cáncer.
Me acordé de la primera vez que escuché la ginecóloga avisarme que hiciera una mamografía porque tenía alguna cosa en el seno derecho. No le puse atención. Eso fue hace más de dos años.
En esta ocasión me sentí incómoda durante la consulta. Era un consultorio chiquito, con las bayas abiertas arriba donde el sonido se iba para la sala de espera. Cambiando en menudos, todo mundo escuchaba sobre mi intimidad. Además de eso, mi papanicolau fue presenciado por la recepcionista del consultorio!
No tardaron en llamarme. Entré en la sala y no vi nada anormal o de otro mundo. La enfermera me trató con mucha amabilidad y cuidado. Primero levantó una mama y observó que me apoyara bien en el aparato. Igual hizo con la otra mama. Lo mismo hizo con la mama de lado y el brazo apoyado.
Salió de la sala y dijo que revisaría el examen. Me pidió que esperara ahí mismo para ir a la sala de ultrasonido. En la sala de ultrasonido, me acosté, levanté el brazo. Me pasó la gel, revisó, revisó y no encontró nada. Me preguntó se algo me molestaba y yo dice que en el seno derecho sentía una pelotita dura, pero que no dolía. Salió de la sala y nuevamente me pidió que la esperara. Vino la que parecía la jefa o la medica encargada y empezó a revisarme. Ella pidió que sacara el frizz de la máquina y que fotografiara lo que ella encontró allí en algunos minutos de manipularme. Si me había asustado con lo de la señora, aquí me asusté todavía un poco más.
Me llevaron de nuevo a la sala de mamografía y hicieron otras cuatro chapas en posiciones diferentes e incómodas que me apretaban el seno derecho. Me pidió que me vistiera y que viniera por los resultados en el día siguiente a las cuatro de la tarde. Un especialista, un radiólogo analizará mis exámenes.
Salí de la clínica perturbada. En verdad, bastante asustada…
